A él le pareció muy fea pero simpática, pues cada semana le regalaba galletas hechas por ella misma.
A pesar de lo fea, inexplicablemente pasado un mes le gustaron sus ojos; a los 60 días de conocerla sintió muchos deseos de besarla y lo hizo. Pero tras 90 días de convivir con ella, ya la veía extremadamente bella y ansiaba hacerle el amor. Finalmente, al cuarto mes le pidió matrimonio y ella aceptó.
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Mientras preparaba más galletas, su madre le dijo: “¿cómo es que quiere casarse contigo?, si eres tan fea”. Ella le contestó, sin dejar de amasar su hechizo secreto: “pues, ya ves, tengo mis motivos para que me quieran”.